Oposición: ¿reforma o proyecto? @DoubleplusUT #Especial
Maduro ya lo dijo, habrá elecciones sólo cuando estén seguros de ganar. Entonces, ¿cómo entender una oposición cuya sola estrategia es literalmente esperar las elecciones que quiera el régimen y, mientras tanto, dejarse siempre doblegar? Si descartamos la mala fe, ¿qué pasa allí? Cuando el político responsable se plantea cualquier acción, lo único que permite saber si ésta tiene sentido es que responda a un proyecto dado. Si no, beneficiará al adversario o tendrá valor nulo. Sin proyecto no podrá concebirse nada nuevo. No se trata de un talento especial ni magia, sino de estricta lógica: si usted no concibe aquello que busca, ¿qué espera encontrar? Cuando se está en la oposición todo esto equivale a fracasar.
El reformista trabaja, trágicamente y aunque no quiera, a favor del presente que adversa; y en última instancia conviene a quien ejerce el poder. No es que toda reforma sea mala y que nunca quepa, sino que no se sepa distinguir cuando no aplica, como es el caso de Venezuela hoy. Repitámoslo: Gandhi no recomendaba a los ingleses cómo hacer más viable su dominación, les pedía que se fueran, punto; y no colaboraba: era un pacifista, pero no un reformista, tenía clara su visión y la procuraba sin pausa. El antídoto contra el reformismo es el proyecto.
Para nosotros, el proyecto de país es el “Proyecto Democrático”. Ahora, esté claro, su elaboración supone un momento que es teoría, planteamiento, discusión y propósito, dar cuenta de los fines que se proponen. Y esto porque la verdadera política es acción y no reacción. Para que el hacer político cobre sentido tiene que ser búsqueda consciente de algo y ese “algo” es, repetimos, el proyecto. El problema del liderazgo opositor es que no apunta a nada: carece de proyecto. Se sabotea a sí mismo; trabaja -suponemos que sin querer- para su propia destrucción o para convivir con el régimen. Se queda siempre en la anécdota, sin ser capaz de decidir en verdad qué hacer en lo que importa: salir de Maduro y no corregirle la tarea.
Miguel Aponte
Profesor en la Universidad Central de Venezuela
@DoubleplusUT
En la Web:
El reformista trabaja, trágicamente y aunque no quiera, a favor del presente que adversa; y en última instancia conviene a quien ejerce el poder. No es que toda reforma sea mala y que nunca quepa, sino que no se sepa distinguir cuando no aplica, como es el caso de Venezuela hoy. Repitámoslo: Gandhi no recomendaba a los ingleses cómo hacer más viable su dominación, les pedía que se fueran, punto; y no colaboraba: era un pacifista, pero no un reformista, tenía clara su visión y la procuraba sin pausa. El antídoto contra el reformismo es el proyecto.
Para nosotros, el proyecto de país es el “Proyecto Democrático”. Ahora, esté claro, su elaboración supone un momento que es teoría, planteamiento, discusión y propósito, dar cuenta de los fines que se proponen. Y esto porque la verdadera política es acción y no reacción. Para que el hacer político cobre sentido tiene que ser búsqueda consciente de algo y ese “algo” es, repetimos, el proyecto. El problema del liderazgo opositor es que no apunta a nada: carece de proyecto. Se sabotea a sí mismo; trabaja -suponemos que sin querer- para su propia destrucción o para convivir con el régimen. Se queda siempre en la anécdota, sin ser capaz de decidir en verdad qué hacer en lo que importa: salir de Maduro y no corregirle la tarea.
Miguel Aponte
Profesor en la Universidad Central de Venezuela
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Reviewed by Anónimo
on
2/27/2017
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