La otra cara de las transnacionales petroleras @humbertojaimesq #especial
Quedarse con el estereotipo del “ave de rapiña” es como congelar la historia y ver las cosas desde un ángulo interesado y trasnochado
HJQ
En la historia venezolana y latinoamericana es palpable la presencia de un poderoso estereotipo respecto a las empresas transnacionales que participaron en la explotación del petróleo en el siglo XX. Un estereotipo que todavía persiste en algunos públicos, que las pinta principalmente como voraces aves de rapiña que saquearon los recursos de las naciones latinoamericanas, a las que además dejaron pocos beneficios. Una imagen congelada que ha viajado hasta nuestros días.
Como sabemos, en los comienzos de la era petrolera en Venezuela, por citar un caso emblemático en la región, no faltaron las triquiñuelas en las que participaron habilidosos representantes de las compañías transnacionales y ambiciosos funcionarios de Estado, entre ellos el propio general Juan Vicente Gómez, presidente de la república entre 1908 y 1935, que lograron grandes e ilícitos beneficios personales a costa de la explotación del denominado oro negro.
En parte, estos turbios manejos se explican porque en Venezuela se sabía poco de petróleo, no había un conocimiento técnico sobre la explotación y administración del valioso recurso, por lo cual se dieron todo tipo de jugarretas, entre ellas las célebres ventas de concesiones otorgadas por el Estado a particulares, a través de las cuales muchos se enriquecieron.
Pero sería erróneo poner la mirada únicamente en los negocios turbios, y en lo que cierto discurso ha denominado “saqueo de la nación”, como también sería absurdo quedarse en aquel momento histórico y cerrarse a los nuevos horizontes que surgieron en la evolución de esta industria.
Además de meterle el hombro al petróleo, con su conocimiento, tecnología y recursos a granel, las empresas transnacionales desarrollaron iniciativas que permitieron mejorar la calidad de vida de la población local, a través de la construcción de viviendas, centros de salud, campos deportivos y escuelas. Igualmente dieron incentivos a la actividad cultural, las artes plásticas, la música, entre otros quehaceres que estaban en condiciones paupérrimas y eran ignorados en un país rural, analfabeta, campesino, que poco a poco iba incorporándose a la modernidad. La legendaria revista El Farol, entre otras publicaciones de la industria petrolera venezolana, recoge valiosos testimonios sobre el surgimiento de estos nuevos y alentadores horizontes.
El hecho de que durante décadas un vasto sector de la población venezolana no recibiera importantes beneficios de la explotación petrolera es un problema que no puede atribuirse principalmente o exclusivamente a las transnacionales del oro negro. Se debió, en gran medida, a que el Estado venezolano no estableció reglas claras que profundizaran la relación entre la nueva fuente de riqueza y la prosperidad de la colectividad. Y se debió, también, a que los gobiernos de turno no administraron en forma eficiente esa riqueza. De manera que endosarle la responsabilidad de la pobreza a las transnacionales es simplemente una argucia de un discurso interesado.
En México, la empresa estatal PEMEX, hundida durante años en corruptelas y malos manejos administrativos, advertida por la caída de las reservas petroleras mexicanas y el complejo mercado petrolero internacional, volverá a ser socia de compañías transnacionales maltratadas en el discurso ultra nacionalista de ayer. No le queda otra salida. Lo entendieron: las transnacionales son necesarias en el complejo negocio petrolero, porque manejan recursos y experiencia. El secreto está en crear reglas claras que beneficien a las partes, a la colectividad, y en administrar en forma acertada los frutos del negocio.
La experiencia ha demostrado que en el negocio petrolero no siempre los nacionalismos radicales dieron los mejores frutos a la colectividad, y que puede ser más provechoso para esa colectividad la explotación del petróleo por parte de una empresa privada (nacional o transnacional) que produce, rinde cuentas y beneficios a una país, que una empresa pública “nacionalista”, corrupta y quebrada, confiscada por el partido de gobierno, que bajo la excusa de ser muy soberana y muy patriota, dilapida la riqueza y no rinde cuentas a nadie.
Las petroleras fueron clave en la modernización del Venezuela. Sería absurdo obviarlo. Quedarse con el estereotipo del ave de rapiña es como congelar la historia y ver las cosas desde un ángulo interesado y trasnochado.
Por: Humberto Jaimes Quero
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Reviewed by luis
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2/14/2015
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